El ser humano lleva siglos fascinado por el espacio. Pero hasta 1950 la exploración del espacio no se hizo realidad. En 1957, un país llamado Unión Soviética envió el primer satélite creado por el hombre alrededor de la Tierra. EE. UU. lanzó su propio satélite al espacio unos meses después. Y en 1961, los soviéticos lanzaron el primer astronauta al espacio.
Desde entonces, los científicos han enviado miles de satélites alrededor de la Tierra. Solo el año pasado, las agencias espaciales y las empresas privadas lanzaron más de 2,800 satélites. Es decir, más que en ningún otro año.
Los satélites nos ayudan a conocer mejor nuestro planeta y el universo. Algunos toman fotos de nuestro sistema solar. Otros observan el tiempo.
Los satélites no funcionan por siempre. Con el tiempo, algunos se queman en la atmósfera de la Tierra. Otros se rompen y vuelven a nuestro planeta. Los trozos pequeños suelen caer al mar. Pero algunos satélites o trozos se quedan en el espacio por siglos. Los trozos que se quedan se convierten en basura espacial.
Los satélites viejos no son los únicos que se convierten en basura espacial. A veces los astronautas se dejan herramientas en el espacio por error. Algunas piezas de cohetes o tornillos también se quedan atrás.
La NASA, la agencia espacial estadounidense, calcula que más de 100 millones de trozos de basura espacial giran alrededor de la Tierra. Algunos son pequeños como una gota de pintura. Otros son como un bus escolar.
“El espacio se llena de cosas”, explica Charity Weeden. Trabaja en la NASA